Llego el momento de aprender a liberarnos de nuestras emociones atrapadas teniendo presente que se trata de un proceso que hay que completar con paciencia y determinación y no algo que se consigue de una sola vez y para siempre. Se trata de disponernos a liberar el dolor acumulado en nuestro ser durante años sin importar si se trata de un dolor emocional o físico. El problema es que se trata de dolor que contamina nuestra experiencia de vida a niveles de toxicidad que nos hacen infelices y desdichados o, por lo menos, disfuncionales, llenos de bloqueos que nos impiden fluir con la vida y con los demás.
El tema de fluir se suele reducir a mera disposición para disfrutar las cosas buenas de la vida, aunque, en realidad, tiene que ver con mucho más que eso. Tiene que ver con abrazar tanto las experiencias gozosas de la vida como abrazar las experiencias dolorosas de ella y crecer, madurar y prosperar en el proceso. Lamentablemente no nos han enseñado a hacerlo así, al contrario, nos han enseñado más bien a irnos bloqueando a lo largo del camino al pretender negar, reprimir y evadir el dolor de nuestras vidas en una permanente huida de él que no hace más que acumularlo con el tiempo, generando estancamiento y putrefacción física y mental en nuestras vidas.
Las emociones negativas pueden servirnos para protegernos, fortalecernos o purificarnos y para ello necesitamos aceptarlas, asumirlas y ofrendarlas - a Dios - para terminar liberándonos de ellas una vez que hemos permitido que cumplan su función en nosotros. Entonces, nos centraremos ahora en el primero de los tres pasos que se requieren seguir para nuestra liberación emocional: aceptarlas.
Aceptar algo implica dejar de resistirnos a ello, dejar de negarlo, de evadirlo, de reprimirlo o bloquearlo. Significa reconocer que está ahí y que no podemos evitarlo ni, con frecuencia, modificarlo. Lo que si podemos es asumirlo y muchas veces con eso iniciamos un auténtico proceso de liberación interior en nuestras vidas. Asumir algo conlleva hacerlo propio, abrazarlo y prestarle atención desinteresada (sin expectativas) y profunda para incorporarlo a nuestra experiencia de vida de manera consciente y voluntaria, sin rebeldías ni victimismos. Es como se supone que deberíamos llevar nuestra "cruz"; abrazándola, no arrastrándola. El problema es que somos tan soberbios y necios como para desconcertarnos y alterarnos cada vez que algo que nos disgusta se presenta en nuestra vida. Y eso nos pasa con el dolor en general, cuando este se presenta, en lugar de asumirlo, lo despreciamos y buscamos formas – muchas veces, autodestructivas, por cierto – de erradicarlo de nuestra experiencia cotidiana de la vida. El dolor hay que aceptarlo y asumirlo cuando no se pueda eliminar de formas convencionales y naturales. Hay que dejarlo ser con una actitud humilde y dócil para que pueda cumplir con su función de protegernos, fortalecernos o purificarnos.
Entonces, el primer paso que hay que dar es dejar de negar nuestras emociones negativas atrapadas y, con valentía y rectitud, disponernos a localizarlas e identificarlas como experiencia de dolor en nuestro cuerpo. Esto lo lograremos de una manera sencilla, aunque no fácil.
Se trata de que te sientes en un lugar cómodo y tranquilo, sin distracciones, a cerrar tus ojos y durante diez minutos como mucho, recorras tu cuerpo para explorarlo e identificar cualquier experiencia de malestar o dolor experimentada en cualquier parte de él, sea de naturaleza física o emocional. Se trata de algo sencillo, aunque no siempre fácil porque estamos acostumbrados a dispersarnos mentalmente y distraernos con cualquier cosa o recuerdo cada vez que procuramos cerrar los ojos y concentrarnos en algo. Cualquiera que haya intentado, por ejemplo, meditar, podrá dar testimonio de lo difícil que es precisamente por nuestra tendencia a distraernos y dispersarnos. Es natural que así sea y por eso se requiere de paciencia y disciplina para lograrlo. No solemos ser conscientes de nuestra experiencia de dolor a menos que esta sea muy intensa y, en esos casos, lo único que buscamos es aliviarlo a como dé lugar sin prestarle una atención más profunda; más, por cierto, sanadora.
Ahora bien, cuando hayas localizado esa zona de dolor en tu cuerpo, no te preocupes si no puedes describirla con exactitud. En realidad, da igual en que zona se encuentre dicho dolor y cuál sea el modo como lo experimentas. Tampoco importa mucho si se trata de tensión muscular, ansiedad, tristeza, frustración, amargura o un simple dolor de cabeza. Lo que importa es identificarlo, reconocerlo y aceptarlo prestándole atención durante unos cuantos minutos, sin distraerte de ello. Recuerda que sólo se trata del primer paso y que restan llevar a cabo dos más para completar tu proceso de liberación emocional. Se trata de un paso crucial y que hay que aprender a dar de manera precisa y profunda, hay que dominarlo.
En este primer paso lo que buscamos es iniciar la etapa que me gusta denominar “dejar ser” en tu experiencia emocional y física de dolor. Dejar ser se opone a resistirse a y esto implica una gran y poderosa diferencia en tu postura habitual frente a la vida, una diferencia que hará posible que dejes de vivir esclavizado/a a tus emociones atrapadas del pasado y te dispongas a vivir una auténtica experiencia de sanación y liberación interior.
Disponte pues a realizar este ejercicio diariamente durante no menos de 5 minutos ni más de 10 minutos cada vez. Siéntate en un lugar cómodo, cierra tus ojos, realiza algunas respiraciones profundas y pausadas y disponte a buscar tus experiencias de dolor en tu cuerpo y préstales atención unos minutos, sin juzgarlas, sin contenerlas, sin compartirlas. En las siguientes publicaciones describiremos la forma de realizar los otros dos pasos que son necesarios para completar tus sesiones de liberación emocional personal.
Por de pronto, practica este primer paso una y otra vez y desarrolla maestría para familiarizarte con tus experiencias de dolor en lugar de simplemente seguirlas evadiendo y reprimiendo.
¡Que así sea!
Escribir comentario
Anakaren (domingo, 18 abril 2021 14:20)
Muchas gracias �
Eddy García (domingo, 18 abril 2021 19:17)
Siempre tan interesante y valioso su mensaje! Muchas gracias �
Martin Montero (lunes, 19 abril 2021 04:47)
Excelente experiencia. Gracias por compartir.
Leticia A. (martes, 20 abril 2021 09:25)
Gracias Andrés por tus palabras claras, sencillas, contundentes y llenas de sabiduría.
Yolanda Burgos (sábado, 24 abril 2021 07:36)
Gracias por compartirnos tus conocimientos, siempre aportan tanto!
Celina Pérez (sábado, 24 abril 2021 18:17)
Muchas gracias por tu mensaje, efectivamente el concentrarnos en nuestro dolor es difícil pero no imposible, gracias por la práctica, la haré.