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LEY DE LA CONFIANZA

 

¿En qué crees? ¿En qué o quién confías? ¿En ti? ¿En los demás? … ¿En Dios? Solemos creer en teorías y explicaciones, pero poco en Dios y en nuestras capacidades. Esta ley se basa en el hecho de que la Providencia Divina dispuso con su poder que la naturaleza funcione con toda facilidad y despreocupación pues la asiste y gobierna con y por amor. Si observamos la naturaleza, veremos que se esfuerza poco para funcionar. La hierba no tiene que hacer ningún esfuerzo para crecer; sencillamente, crece. Los peces no se esfuerzan para nadar; sencillamente, nadan. Las flores no hacen ningún esfuerzo para abrirse; sencillamente, se abren. Las aves no se esfuerzan para volar; sencillamente, vuelan. Ésa es su naturaleza intrínseca. La Tierra no se esfuerza para girar sobre su eje; es su naturaleza girar a velocidad vertiginosa en el espacio. Es la naturaleza de un bebé estar en estado de dicha. Es la naturaleza del sol brillar. Es la naturaleza de las estrellas destellar. Y es la naturaleza humana hacer que los sueños se conviertan en realidad, con facilidad y sin esfuerzo.

 

Cuando tratamos de ejercer fuerza para controlar a los demás, gastamos energía. Cuando buscamos el dinero o el poder para satisfacer al ego, desperdiciamos tiempo persiguiendo la ilusión de la felicidad, en lugar de valorar la experiencia del momento. Cuando anhelamos el dinero para beneficio personal únicamente, cortamos el flujo de energía hacia nosotros e impedimos la expresión de la Sabiduría Divina. Pero cuando nuestras actuaciones nacen del amor, no hay desperdicio de energía. Cuando nuestros actos brotan del amor, la energía se multiplica y se acumula - y el exceso de energía que generamos y disfrutamos puede canalizarse para crear cualquier cosa que deseemos, incluida la riqueza sin límites. Fijar nuestra atención en el ego consume la mayor parte de la energía y del tiempo. Cuando nuestro punto interno de referencia es el ego, cuando buscamos poder y control sobre los demás, o la aprobación del resto del mundo, desperdiciamos nuestra vida miserablemente.

 

Sin embargo, cuando liberamos esa energía podemos recanalizarla para crear cualquier cosa que deseemos. Cuando nuestro punto interno de referencia es nuestro espíritu, cuando nos volvemos inmunes a la crítica y perdemos el temor a los desafíos, podemos aprovechar el poder del amor y utilizar creativamente la energía para vivir la abundancia y el crecimiento. Podemos liberar energía de maneras más creativas si dejamos de pretender ser el centro de atención de los demás. Lo que Dios requiere para transformar la realidad en función de nuestros deseos son tres cosas:

 

1)  Rectitud de intención. Hemos de ser conscientes de que no se nos concederá nada que pueda ser contrario al orden natural de las cosas o que dañe a los demás.

2)  Fe. No tenemos fe si dudamos y, cuando dudamos, tememos. El temor se opone frontalmente a la confianza por lo que no contamos con la posibilidad de incrementar nuestro potencial con el poder de Dios si experimentamos angustia y ansiedad. Es por esta razón que a muchos que llaman, no se les abre; muchos que buscan, no encuentran; muchos que piden, no reciben.

3)  Paciencia. Las cosas que pedimos con rectitud y fe se nos concederán en el momento más pertinente de acuerdo con el criterio divino y no el personal. Por eso hay que saber esperar de manera que, una vez pedido algo, lo soltemos y sigamos con lo nuestro en confiada espera.

 

Para vivir en confianza se necesita lograr la quietud y silencio interiores. Y para ello se necesita destinar unos minutos al día a estar en calma y fijando nuestra atención en las diversas manifestaciones del poder de Dios en la naturaleza y nosotros mismos. Minutos de contemplación a todas las maravillas que suceden en nuestra persona y a nuestro alrededor. Considerar de cerca los portentos que suceden en cada momento y que son posibles gracias al gobierno y asistencia de una Inteligencia y Poder infinitos que, si lo permitimos, puede hacerse cargo de nuestros asuntos y nuestros pendientes. Esto no significa que Dios se encargará de todo lo nuestro y que nosotros simplemente esperemos a que nos resuelva la vida sin más. Hay que poner nuestra parte una vez que gracias a la inspiración y/o al acomodo de las cosas en función de nuestro deseo nos indiquen cuál es la parte que nos corresponde…y hacerla.

 

 Confiar tiene sentido porque hay toda una creación que nos habla del amor y poder de Dios. Pero será el resultado de nuestra determinación de vivir con mayor pausa y profundidad para dejar de dudar y alejar los temores de nuestra vida.

 

 

¡Qué así sea! 

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Comentarios: 1
  • #1

    Rosy Guerrero U (sábado, 03 octubre 2020 17:32)

    Querido Andrés, gracias por esta reflexión, es cierto que uno se hace viejo y desconfiado, pero tener confianza proporciona mucha tranquilidad y paz. Saludos!