LEY DE LA ELECCIÓN

 

Las decisiones realmente tomadas son las que nos llevaron a la acción, no a la mera intención. Elegimos desde el impulso, el programa mental, el hábito o la intuición y dependiendo de la fuente será la profundidad de tu elección. Ahora bien, independientemente de cuál sea esa fuente, siempre tus decisiones implican dos cosas importantes: riesgo y renuncia. Riesgo porque existe la posibilidad de que te equivoques; renuncia, porqué hay opciones que son incompatibles con la que elegiste y has de entregarte a ella, aun y cuando haya perdido su atractivo original si la opción que elegiste implicó un compromiso.

 

No todos están dispuestos a correr riesgos en su vida y terminan por sucumbir ante la frustración, y no todos están dispuestos a asumir renuncias, por lo que sucumben ante la ansiedad. La amargura y la ansiedad, pues, son dos sentimientos muy característicos de nuestra sociedad actual, y ahora sabemos que se debe a que muchos carecen de valor y muchos de compromiso.

 

Por un lado invocamos libertad; por otro, no asumimos las consecuencias de lo que elegimos, por lo que vivimos fragmentados e insatisfechos. Por un lado, quisiéramos no equivocarnos y por otro, no tener que renunciar. No es posible, y muchos desperdician su vida resistiéndose a ello por lo que experimentan un gran desgaste. Para crecer en libertad es importante aprender de nuestros errores y entregarnos a lo que elegimos, dentro de los límites que imponga nuestra dignidad humana.

 

La ley de la Elección nos indica que hemos de estar dispuestos a correr riesgos y a entregarnos a lo que elegimos, y jamás permitir que sean las circunstancias, las relaciones o el entorno los que dictaminen lo que hemos de hacer, a menos que concordemos de manera consciente con ello. La elección no es un ejercicio de una sola vez en la vida, pues una vez que elegimos algo – o a alguien – hemos de renovar nuestra entrega a ello, pues la rutina y la monotonía suelen debilitar los vínculos que nos unen a lo que fue objeto de nuestra elección por haber sido inicialmente objeto de nuestra atención.

 

También nos señala que hemos de elegir considerando las consecuencias que se pueden derivar de nuestras acciones, y en clara armonía con nuestra consciencia pues, de lo contrario, será nuestro impulso quien elija por nosotros, incrementando ampliamente la posibilidad de equivocarnos. Pero el impulso elige en función de la gratificación inmediata, no en función de lo valioso pues lo valioso suele ser exigente; de ahí la importancia de disponernos con alegría a la renuncia que pueda implicar nuestra elección.

 

Responsabilizar al pasado, los demás o a la vida de nuestros resultados se opone a la aplicación de esta ley. No es real, no es justo. Cada uno es responsable de lo que elige y es lo que uno elige lo que más repercute – para bien o para mal – en nuestras vidas, no lo que le sucede a uno o lo que nos hagan los demás. Lo que nos sucede nos puede  poner a prueba en nuestra vida, más no es lo que la determina. Lo que la determina es el tipo de persona en la que nos convertimos debido al tipo de elecciones que hemos hecho a lo largo de ella y en cada momento presente.

 

El poder elegir nos desafía…y es lo que nos define.  

 

 

¡Hasta la Próxima!

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Comentarios: 1
  • #1

    Rosario Aguilar (sábado, 01 agosto 2020 13:00)

    Excelente reflexión, la responsabilidad con que tomemos y realicemos nuestros actos, nos llevarán a la culminación de nuestras metas, gracias maestro Mares